Taller de Ciencia para Jóvenes, 28 de julio -- 2 de agosto de 2003

Sesión de discusión e información sobre plantas transgénicas

Algunos datos para la discusión

Monique Mitastein (24-07-03)

Somos consumidores pasivos de productos derivados de plantas transgénicas, con todas las implicaciones presentes o futuras que podamos asociar a las dos palabras consumidor y pasivo.

Es difícil determinar, a partir de sus declaraciones, si a las autoridades de salud, ambiente o agricultura de nuestro país les preocupan o no los posibles problemas asociados al consumo de transgénicos, pero se puede afirmar que son parte de un profundo conflicto entre los intereses nacionales y los intereses norteamericanos en el que van ganando los segundos.

La temática es muy compleja porque involucra la justicia económica, la seguridad alimentaria, la ecología, la genética, cuestiones acerca de las cuales los políticos, los medios, el público en general, y hasta muchos de los que han participado en la discusión, tienen apenas alguna idea.

Las compañias transnacionales presentan los cultivos transgénicos y los alimentos derivados de ellos como el avance científico que aportará la solución a los problemas de alimentación y de desarrollo económico de países con un alto índice de pobres cómo México:

Los problemas de pauperización y de hambre no responden a causas de orden científico o tecnológico si no de índole política, financiera y económica. Para resolverlos se necesitarían cambios estructurales que los gobiernos no están en condiciones ni en disposición de poner en práctica. Sin embargo es muy probable que en caso de intentarlo, estos gobiernos se enfrentarían a la implacable oposición de las compañías transnacionales que detentan el poder financiero y económico así como de los grupos locales de poder que se apoyan en ellas.

Las compañías transnacionales que pretenden controlar las cadenas de producción agrícola, han ido concentrando bajo su poder el desarrollo de organismos modificados genéticamente (ogms), la producción de semillas para el cultivo a gran escala de las variedades transgénicas, la elaboración de agroquímicos y la comercialización de granos y semillas en general. Al igual de lo que sucedió con la Revolución Verde, en la que se prometió alimentar a los hambrientos, el cultivo de los transgénicos se basa en un patrón de monocultivos, uso de agroquímicos, concentración de la tierra y dependencia de la tecnología para la obtención de semillas.

Para prevenir los riesgos de salud y ambientales que están o estarían asociados a los ogms como cultivos y como alimentos, los consumidores de muchos países han organizado boicot a la venta de alimentos derivados de los mismos y se han opuesto a su importación. Los agricultores de estos países también se han opuesto a la siembra de las variedades modificadas.

A pesar de que existen numerosas pruebas de que la tecnología es incontrolable, peligrosa y sujeta a errores, y que los transgénicos resultantes son inestables e inseguros, las compañías de biotecnología han puesto en marcha una serie de estrategias, a escala global, para imponer el cultivo y consumo de los transgénicos. El resultado esperado consistiría en mostrar que la presencia de los ogms es inevitable e incontrolable, y que no se puede dar marcha atrás ante una nueva "modernización de la agricultura", similar a la revolución verde. Las compañías han contado con el apoyo, complicidad o desconocimiento del Banco Mundial y de organismos dependientes de las Naciones Unidas como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Biotecnología

La ciencia busca generar conocimientos, no se justifica en función de del uso que se llega a dar a los mismos. Pretender que el nuevo saber que generan los científicos va a salvar a la humanidad o lograr la equidad social, es parte de un discurso recurrente y falaz. No se puede siquiera asegurar que se van a utilizar los nuevos conocimientos y menos si será para el bien de la humanidad. Los avances en inmunología y bacteriología se han utilizado para el control de ciertas enfermedades y también para el desarrollo de armas biológicas. Los antibióticos curan infecciones, pero el abuso de los mismos ha causado una creciente resistencia de los microbios y un regreso de ciertas enfermedades

Los cambios en la alimentación del mexicano como el aumento en el consumo de leche, huevos y carne fueron promovidos en nombre de los avances en los conocimientos de la nutrición; ahora resulta que la dieta tradicional era más saludable que la que tenemos actualmente. Si nos preguntáramos acerca de los llamados grandes avances tecnológicos en la industria de alimentos, entenderíamos a lo mejor por qué ciertas enfermedades como la obesidad o la diabetes se han incrementado tanto en las últimas décadas.

El hombre aplica sus conocimientos sobre los procesos naturales para elaborar productos comestibles diversos, inocuos para la salud –salvo por el volumen ingerido- como yoghurt, cerveza, queso, pan y vino. La aplicación de este saber tradicional forma parte de los cimientos de la biotecnología que se utiliza también actualmente para depurar aguas, remediar la contaminación de suelos por hidrocarburos, inocular hongos micorrízicos para mejorar los rendimientos de plantas de interés agrícola o forestal, controlar plagas mediante insecticidas naturales u hongos parásitos de insectos, o detectar tempranamente patógenos agrícolas.

Los transgénicos tienen características que no les pertenecen en condiciones naturales y que les han sido conferidas mediante la inserción de genes de especies no relacionadas. La industria y los científicos involucrados en ingeniería genética hablan de biotecnología, pero los términos no son equivalentes. La ingeniería genética es solamente un ejemplo muy sonado de la biotecnología y la inserción de genes es solamente un ejemplo muy sonado de la ingeniería genética. Por eso el término de organismos modificados geneticamente (ogms), que es virtualmente aplicable a cualquier planta domesticada porque no se refiere a la forma de obtención, da la impresión incorrecta de que la variedad obtenida por transferencia de genes es también producto de las modificaciones genéticas tradicionales -selección e hibridación- y por lo tanto innocua.

Los conocimientos necesarios para la producción de bebidas, derivados de la leche y aplicaciones diversas de la biotecnología son de acceso público. La industria que controla la ingeniería genética no pretende compartir la información, la patenta y ha logrado la adopción de procedimientos legales para prevenir y castigar su libre utilización.

En la era moderna la ciencia se volvió dogma de fe; si algo está probado científicamente es irrefutable, y si no se puede probar entonces no pasa de conseja o brujería. En el debate acerca de la ingeniería genética tenemos por un lado a la Ciencia representada por la industria de transgénicos, y por el otro, representando a la Naturaleza, a las organizaciones ambientalistas, de consumidores, de campesinos del Tercer Mundo y de agricultores del Primer Mundo. De un lado los que pregonan que la ingeniería es el camino para salvar a la humanidad y del otro los que creen que la nueva tecnología es peligrosa e innecesaria, y que sólo servirá para incrementar la pobreza y el deterioro ambiental.

Las implicaciones del debate ocultan la verdad: de los dos lados hay científicos y ambientalistas. Científicos de gran renombre denuncian los peligros de los ogms mientras que algunos ambientalistas consideran que son una forma de reducir el uso de plaguicidas y la desnutrición entre los pobres. La incapacidad de moverse más allá de esta dicotomía impide tomar decisiones informadas e inteligentes respecto al trato a dar a esta nueva tecnología. Esto le confiere serias ventajas a la industria de la biotecnología la cual, con un presupuesto de 25 millones de dólares para relaciones públicas, ha reclamado el dominio único de la ciencia, lo que equivale en esta moderna cruzada a tener a Dios de su parte. Después de todo la ciencia es el nuevo evangelio y los que se le oponen son miembros anacrónicos del culto retardatario y pagano a la naturaleza.

La habilidad de la industria en ese debate la ha hecho muy poderosa porque tendemos a creer que los científicos defienden la verdad, que verdad sólo hay una y los buenos científicos deben de estar de acuerdo con ella. Pero los científicos rara vez concuerdan con relación a una nueva tecnología y los resultados de sus experimentos, a pesar de la rigurosidad del método científico, son frecuentemente contradictorios. El público se refugia en una falsa seguridad comprando la idea de que todos los científicos responsables están a favor de las aplicaciones de la ingeniería genética desarrolladas por la industria y que las objeciones provienen de una bola de locos que andan protestando en las calles vestidos de tomates o de mazorcas.