Algunos datos para la discusión

Monique Mitastein (24-07-03)

Somos consumidores pasivos de productos derivados de plantas transgénicas, con todas las implicaciones presentes o futuras que podamos asociar a las dos palabras consumidor y pasivo.

Es difícil determinar, a partir de sus declaraciones, si a las autoridades de salud, ambiente o agricultura de nuestro país les preocupan o no los posibles problemas asociados al consumo de transgénicos, pero se puede afirmar que son parte de un profundo conflicto entre los intereses nacionales y los intereses norteamericanos en el que van ganando los segundos.

La temática es muy compleja porque involucra la justicia económica, la seguridad alimentaria, la ecología, la genética, cuestiones acerca de las cuales los políticos, los medios, el público en general, y hasta muchos de los que han participado en la discusión, tienen apenas alguna idea.

Las compañias transnacionales presentan los cultivos transgénicos y los alimentos derivados de ellos como el avance científico que aportará la solución a los problemas de alimentación y de desarrollo económico de países con un alto índice de pobres cómo México:

Los problemas de pauperización y de hambre no responden a causas de orden científico o tecnológico si no de índole política, financiera y económica. Para resolverlos se necesitarían cambios estructurales que los gobiernos no están en condiciones ni en disposición de poner en práctica. Sin embargo es muy probable que en caso de intentarlo, estos gobiernos se enfrentarían a la implacable oposición de las compañías transnacionales que detentan el poder financiero y económico así como de los grupos locales de poder que se apoyan en ellas.

Las compañías transnacionales que pretenden controlar las cadenas de producción agrícola, han ido concentrando bajo su poder el desarrollo de organismos modificados genéticamente (ogms), la producción de semillas para el cultivo a gran escala de las variedades transgénicas, la elaboración de agroquímicos y la comercialización de granos y semillas en general. Al igual de lo que sucedió con la Revolución Verde, en la que se prometió alimentar a los hambrientos, el cultivo de los transgénicos se basa en un patrón de monocultivos, uso de agroquímicos, concentración de la tierra y dependencia de la tecnología para la obtención de semillas.

Para prevenir los riesgos de salud y ambientales que están o estarían asociados a los ogms como cultivos y como alimentos, los consumidores de muchos países han organizado boicot a la venta de alimentos derivados de los mismos y se han opuesto a su importación. Los agricultores de estos países también se han opuesto a la siembra de las variedades modificadas.

A pesar de que existen numerosas pruebas de que la tecnología es incontrolable, peligrosa y sujeta a errores, y que los transgénicos resultantes son inestables e inseguros, las compañías de biotecnología han puesto en marcha una serie de estrategias, a escala global, para imponer el cultivo y consumo de los transgénicos. El resultado esperado consistiría en mostrar que la presencia de los ogms es inevitable e incontrolable, y que no se puede dar marcha atrás ante una nueva "modernización de la agricultura", similar a la revolución verde. Las compañías han contado con el apoyo, complicidad o desconocimiento del Banco Mundial y de organismos dependientes de las Naciones Unidas como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Biotecnología

La ciencia busca generar conocimientos, no se justifica en función de del uso que se llega a dar a los mismos. Pretender que el nuevo saber que generan los científicos va a salvar a la humanidad o lograr la equidad social, es parte de un discurso recurrente y falaz. No se puede siquiera asegurar que se van a utilizar los nuevos conocimientos y menos si será para el bien de la humanidad. Los avances en inmunología y bacteriología se han utilizado para el control de ciertas enfermedades y también para el desarrollo de armas biológicas. Los antibióticos curan infecciones, pero el abuso de los mismos ha causado una creciente resistencia de los microbios y un regreso de ciertas enfermedades

Los cambios en la alimentación del mexicano como el aumento en el consumo de leche, huevos y carne fueron promovidos en nombre de los avances en los conocimientos de la nutrición; ahora resulta que la dieta tradicional era más saludable que la que tenemos actualmente. Si nos preguntáramos acerca de los llamados grandes avances tecnológicos en la industria de alimentos, entenderíamos a lo mejor por qué ciertas enfermedades como la obesidad o la diabetes se han incrementado tanto en las últimas décadas.

El hombre aplica sus conocimientos sobre los procesos naturales para elaborar productos comestibles diversos, inocuos para la salud –salvo por el volumen ingerido- como yoghurt, cerveza, queso, pan y vino. La aplicación de este saber tradicional forma parte de los cimientos de la biotecnología que se utiliza también actualmente para depurar aguas, remediar la contaminación de suelos por hidrocarburos, inocular hongos micorrízicos para mejorar los rendimientos de plantas de interés agrícola o forestal, controlar plagas mediante insecticidas naturales u hongos parásitos de insectos, o detectar tempranamente patógenos agrícolas.

Los transgénicos tienen características que no les pertenecen en condiciones naturales y que les han sido conferidas mediante la inserción de genes de especies no relacionadas. La industria y los científicos involucrados en ingeniería genética hablan de biotecnología, pero los términos no son equivalentes. La ingeniería genética es solamente un ejemplo muy sonado de la biotecnología y la inserción de genes es solamente un ejemplo muy sonado de la ingeniería genética. Por eso el término de organismos modificados geneticamente (ogms), que es virtualmente aplicable a cualquier planta domesticada porque no se refiere a la forma de obtención, da la impresión incorrecta de que la variedad obtenida por transferencia de genes es también producto de las modificaciones genéticas tradicionales -selección e hibridación- y por lo tanto innocua.

Los conocimientos necesarios para la producción de bebidas, derivados de la leche y aplicaciones diversas de la biotecnología son de acceso público. La industria que controla la ingeniería genética no pretende compartir la información, la patenta y ha logrado la adopción de procedimientos legales para prevenir y castigar su libre utilización.

En la era moderna la ciencia se volvió dogma de fe; si algo está probado científicamente es irrefutable, y si no se puede probar entonces no pasa de conseja o brujería. En el debate acerca de la ingeniería genética tenemos por un lado a la Ciencia representada por la industria de transgénicos, y por el otro, representando a la Naturaleza, a las organizaciones ambientalistas, de consumidores, de campesinos del Tercer Mundo y de agricultores del Primer Mundo. De un lado los que pregonan que la ingeniería es el camino para salvar a la humanidad y del otro los que creen que la nueva tecnología es peligrosa e innecesaria, y que sólo servirá para incrementar la pobreza y el deterioro ambiental.

Las implicaciones del debate ocultan la verdad: de los dos lados hay científicos y ambientalistas. Científicos de gran renombre denuncian los peligros de los ogms mientras que algunos ambientalistas consideran que son una forma de reducir el uso de plaguicidas y la desnutrición entre los pobres. La incapacidad de moverse más allá de esta dicotomía impide tomar decisiones informadas e inteligentes respecto al trato a dar a esta nueva tecnología. Esto le confiere serias ventajas a la industria de la biotecnología la cual, con un presupuesto de 25 millones de dólares para relaciones públicas, ha reclamado el dominio único de la ciencia, lo que equivale en esta moderna cruzada a tener a Dios de su parte. Después de todo la ciencia es el nuevo evangelio y los que se le oponen son miembros anacrónicos del culto retardatario y pagano a la naturaleza.

La habilidad de la industria en ese debate la ha hecho muy poderosa porque tendemos a creer que los científicos defienden la verdad, que verdad sólo hay una y los buenos científicos deben de estar de acuerdo con ella. Pero los científicos rara vez concuerdan con relación a una nueva tecnología y los resultados de sus experimentos, a pesar de la rigurosidad del método científico, son frecuentemente contradictorios. El público se refugia en una falsa seguridad comprando la idea de que todos los científicos responsables están a favor de las aplicaciones de la ingeniería genética desarrolladas por la industria y que las objeciones provienen de una bola de locos que andan protestando en las calles vestidos de tomates o de mazorcas.

. Los científicos que defienden a la industria tienden a disminuir los problemas. Ante la Comisión de Ciencia y Tecnología del Senado de la República el Dr. Bolívar Zapata ha dicho que no hay evidencias de daños por transgénicos "si existieran, ya se hubieran señalado". Añadió que puede haber escenarios de riesgo pero que eso ocurre con todas las tecnologías (La Jornada 3-10-2002). Prefieren cerrar los ojos ante la simple realidad, entusiasmados por promover una tecnología muy cara. Confunden los intereses comerciales con los de la investigación científica, porque hay mucho dinero para investigación del que dependen sus ingresos. Además del financiamiento de las investigaciones por las propias universidades públicas o a través de instituciones de ciencia y tecnología del gobierno, en México siempre ha habido dinero proveniente de los Estados Unidos –instituciones de gobierno como la Agencia Internacional de Desarrollo, fundaciones, universidades- para apoyar determinadas áreas científicas y tecnológicas; la ingeniería genética no es una excepción.

La situación ha cambiado en México, ha disminuido el presupuesto que el gobierno destina a la investigación en general y la industria de los transgénicos aporta directa o indirectamente los fondos para seguir con las líneas de investigación y se beneficia de las instalaciones y de los recursos humanos de las instituciones públicas de educación superior e investigación. Tal es el caso del convenio entre la compañía Monsanto y el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados Irapuato (Cinvestav). Para proteger sus áreas de trabajo los científicos aceptan financiamientos del sector privado y entonces pretenden convencerse y convencernos de que los resultados de sus investigaciones y desarrollos tecnológicos van a incrementar los rendimientos agrícolas y resolver los problemas de pobreza. Pero el que paga controla y entonces las líneas de investigación no responden a problemas del país ni del conocimiento per se sino a los intereses de los financiadores que son los únicos dueños de las variedades modificadas; no hay reglas escritas de juego sobre las prioridades de este tipo de investigaciones ni acerca de aquello que les corresponde a las instituciones no lucrativas que aportan instalaciones y recursos públicos. Además, las investigaciones patrocinadas por las industrias privadas casi no se publican y en cambio se patentan. ¿Quién piensa que el financiamiento de las investigaciones científicas es ajeno a los intereses de los principales grupos de poder?

Hambre y pobreza

Según Devinder Sharma, especialista en comercio y producción de alimentos, si lo que se produce actualmente fuera distribuido a toda la población del globo en forma equitativa, sobraría para alimentar 800 millones de personas más. No hay escasez de alimentos a escala global ni es probable que se produzca a futuro. Los Estados Unidos de Norteamérica y Europa Occidental destruyen excedentes de cosechas cada año, lo mismo que algunos de los países más pobres. El problema es de distribución y de poder adquisitivo, y no de producción. Millones de personas se mueren de hambre, entre ellos campesinos que son demasiado pobres para poder comprar los productos que cultivan en sus campos o en los que trabajan. Muchas de las cosechas, que deberían ser consumidas por la población local, son compradas por los países occidentales para alimentar ganado, puercos o pollos; y gran parte de las tierras de labor se utilizan, como lo exigen el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para cultivar algodón, café, tabaco y flores de exportación. Los millones de toneladas de arroz que son el excedente de la India se pudren en las bodegas porque los pobres de ese país no los pueden adquirir.

Supongamos por un momento que aceptamos que la producción de básicos es insuficiente y que no ha crecido al mismo ritmo que la población global y que, además, existe en muchos países una aparente situación de caos en la producción, distribución y consumo de alimentos. También tendríamos que reconocer que la producción y la importación de alimentos son para los mercados donde se obtienen utilidades y no para satisfacer las necesidades de la población en general y de la que tiene menos recursos en particular.

En México, donde las cifras varían según las fuentes, de una población total de 100 millones de habitantes, aproximadamente 80 millones tienen algún grado de pobreza. A la pobreza se asocia el hambre y al hambre la desnutrición: uno de cada tres niños padece de algún problema de desnutrición, 54 % de los niños tienen deficiencias en su talla como producto de una mala alimentación y 40 millones de adultos sufren las consecuencias de haber tenido algún grado de desnutrición en su edad infantil. Esta población pobre se podría alimentar si se le hicieran llegar, gratuitamente, todo lo que se queda en los campos que los productores no tienen medios para comercializar o que los intermediarios dejan pudrirse con tal de mantener los precios altos.

Ya hubo anteriormente proclamaciones de milagros similares a los que ofrecen ahora las ctns con los transgénicos. Los bosques se convirtieron en pastizales porque la ganadería iba a sacar al mexicano de la pobreza. El país tampoco salió de pobre con la revolución verde y nadie puede garantizar que el milagro ocurra con el Plan Puebla Panamá. Para creer en todas esas afirmaciones pseudo mesiánicas habría que olvidar que México pasó de ser un país agrícola y exportador de productos del campo a un país exportador de petróleo y de ganado e importador de productos básicos. Habría también que soslayar que la sociedad mexicana es profundamente desigual y que existen sectores que se benefician de las condiciones de pobreza y de hambre en las que vive un gran porcentaje de la población.

En 1996 el gobierno argentino aceptó la plantación de soya transgénica y se convirtió en el mayor productor de soya RR de la Monsanto, principalmente para exportación. A pesar de la producción récord, la mitad de la población argentina vive en la pobreza y no puede cubrir sus necesidades básicas. La cosecha pasó de 1997 al 2001 de 10 millones de toneladas a 27 millones, no como resultado de mayores rendimientos sino de ampliar las áreas de cultivo a expensas del bosque de niebla, una zona pobre económicamente y rica en biodiversidad, afectada primero por las plantaciones de caña y de cítricos, luego de frijol y tabaco y ahora de soya.

En la cumbre de Johannesburgo, en septiembre del 2002, el Banco Mundial anunció sus planes de lanzar un programa a tres años para evaluar los "riesgos y las posibilidades de utilizar la ciencia agrícola para reducir el hambre y mejorar la calidad de vida en el medio rural de los países en desarrollo". Entre el abanico de tecnologías que serán analizadas se incluye la ingeniería genética. Lo anterior no impide que el Banco Mundial esté ya financiando proyectos de investigación en ingeniería genética en Kenia, Etiopía, Brasil, Perú e India. En este último país el Banco está asociado con las principales transnacionales de la agroquímica y de la ingeniería genética Monsanto, Aventis y Syngenta. ¿Pero quién cree que el Banco Mundial tiene interés en contribuir a resolver los problemas de pobreza que ha propiciado en los países en desarrollo?

Los cultivos transgénicos no pueden encarar las verdaderas causas del hambre, benefician a las compañías transnacionales al mismo tiempo que exacerban las desigualdades que afectan a los pequeños agricultores y a los pueblos indígenas, como sucedió con la revolución verde.

Cuadro 2. El control de las cadenas productivas: las generaciones de transgénicos.

Primera generación: Variedades resistentes a herbicidas o con capacidad de producir bioplaguicidas.

Segunda generación: semillas estériles (terminator).

Tercera generación: plantas modificadas para aumentar su valor nutritivo o producir sustancias industriales o farmacéuticas.

Primera generación: Variedades RR o Bt:

Las compañías transnacionales tienen en exclusividad la patente de las semillas transgénicas, de manera que solamente ellas o bajo su licencia se pueden producir. Unas variedades tienen un gen que les confiere resistencia a un herbicida de la compañía que vende las semillas. Supuestamente se facilita el trabajo agrícola porque el cultivo no se ve afectado y se pueden eliminar las malezas. Se trata básicamente del herbicida insignia de la Monsanto, el Roundup Ready (RR). Como la compañía obliga contractualmente a los agricultores a utilizar este agroquímico cuando compran semillas RR de soya, canola u otros cultivos transgénicos resistentes, se asegura el mercado para este herbicida cuya patente expiró en el 2000; de otra manera el mercado estaría perdido para la Monsanto. Uno de los riesgos es que las malezas se vuelven resistentes al herbicida.

Las variedades Bt son modificadas para expresar una toxina bacteriana que las hace resistentes a los ataques de insectos. La toxina mortal para las plagas proviene de una bacteria Bacillus thuringiensis utilizada tradicionalmente por los agricultores orgánicos para elaborar un bioplaguicida que sustituye a los agroquímicos. Estos agricultores utilizan cantidades moderadas que tienen una vida corta, pero los transgénicos producen la toxina en diferentes partes de la planta lo que afecta organismos que son benéficos o inocuos mientras que las plagas van desarrollando resistencia a la toxina.

Un grupo reducido de ctns tiene el control monopólico virtual de las semillas para la agricultura y de los agroquímicos. Puede comprar en los países del Sur a las compañías productoras de semillas no transgénicos y eliminar del mercado la posibilidad de plantar cultivos convencionales o tradicionales. Para asegurar la venta de sus productos las compañías están decididas a eliminar la práctica tradicional de los agricultores de guardar semillas para plantar en la siguiente estación de siembra. Si los agricultores utilizan sus propias semillas, no tienen necesidad de comprar las de las transnacionales y pueden ser autosuficientes.

En los Estados Unidos en el año 2001 los agricultores que pretendían sembrar algodón a pequeña escala en forma sostenible, particularmente en California, Mississipi, Arkansas y sur de Missouri, tuvieron dificultades para encontrar semillas convencionales. En esos estados 99% de las semillas que ofrecía el mercado eran transgénicas, 84% de la compañía Delta and Pine Land y 16% de Stoneville. La semilla transgénica es de menor calidad que la de las variedades convencionales, los rendimientos son menores y la calidad de la fibra es más baja.

Segunda generación:

Para impedir las prácticas de autosuficiencia las compañías pretenden comercializar variedades modificadas genéticamente que producen semillas estériles, característica conocida como terminator. Ante el rechazo masivo, esta práctica no ha sido autorizada, pero podría ser impuesta cuando las compañías de biotecnología se hayan adueñado de las compañías de semillas y obliguen a los gobiernos a legalizar los cultivos transgénicos. El Departamento de Agricultura del Gobierno de los Estados Unidos apoya directamente la investigación sobre transgénicos y tiene un interés particular en la patente de terminator porque destruye la autosuficiencia de los agricultores y asegura la dependencia.

Tercera generación:

El "biopharming" (agricultura biofarmaceútica) es una aplicación experimental de la ingeniería genética cuyos detalles se mantienen en secreto por considerarla de carácter industrial. Las plantas, especialmente el maíz seguido por la soya, el tabaco y el arroz, son modificadas para producir sustancias que normalmente no sintetizan y que son de interés para la industria: proteínas, enzimas industriales, vacunas, anticuerpos y hasta anticonceptivos. El uso del maíz para estos fines presenta muchos riesgos: el polen puede viajar hasta 1.8 km y podrían contaminarse otras variedades que son únicamente para consumo alimentario y, dependiendo de las sustancias producidas, también podrían afectarse la vida silvestre, las abejas, las bacterias del suelo y los propios agricultores.

La tecnología del arroz dorado ha sido donada por la Fundación Rockefeller a países en desarrollo como un ejemplo de cómo la biotecnología aporta soluciones a los problemas de producción de alimentos. El arroz dorado, desarrollado por instituciones públicas de investigación en Europa, es propiedad de una ctn. Ha sido modificado para producir betacaroteno que en el organismo se convierte en vitamina A, para remediar las deficiencias de esta vitamina que afectan a millones de niños menores de cinco años y ayudar a combatir la tuberculosis, el paludismo y la diarrea y disminuir la mortalidad infantil. Este arroz tiene además tres veces más hierro que otras variedades de arroz, para remediar la anemia en las mujeres con desnutrición.

La deficiencia en vitamina A es un síntoma de dieta inadecuada asociada a la pobreza y a los cambios en la agricultura que pasó de sistemas de pluricultivos a monocultivo de arroz. La gente no tiene deficiencias de esta vitamina porque el arroz tiene un contenido insuficiente, si no porque su dieta se reduce a arroz. La solución mágica de ponerle betacaroteno al arroz no resuelve el problema porque deja sin tocar la pobreza de la dieta. Una solución más barata consistiría en regresar a la agricultura diversificada porque aportaría otros productos a la dieta: los que sufren de deficiencias de vitamina A sufren de desnutrición en general.

El arroz dorado ha sido objeto de campañas publicitarias por parte la industria de los transgénicos para ganar la opinión pública y no para luchar contra la desnutrición. Hay plantas que pueden aportar la vitamina A y otros nutrientes como la moringa, árbol nativo de la India, que crece en países tropicales cuyas poblaciones tienen deficiencias de esta vitamina, y el amaranto, originario de México, que tiene cuatro veces más hierro que el arroz.

Cuadro 3. La contaminación "accidental"

Caso STARLINK: fallas en mecanismos de control y segregación de una variedad no aprobada para consumo humano.

Caso CANOLA Canadá: amenazas legales a agricultores.

Caso MAÍZ México: contaminación de variedades criollas en un centro de diversidad genética.

Según el genetista de la India Devinder Sharma, la industria que controla la ingeniería genética trata de contaminar legal o ilegalmente las especies cultivadas en todo el mundo. Numerosos casos que pueden servir para comprender los procesos de contaminación y los factores que han impedido su prevención y detección a tiempo. Sólo mencionaremos algunos.

Caso Starlink:

La organización Amigos de la Tierra (Friends of the Earth) como integrante de una coalición para la vigilancia de los transgénicos en los alimentos (GE Food Alert Coalition), solicitó en agosto del 2000 el análisis de los moldes prensados para tacos (taco shells) elaborados por la compañía Kraft. Encontró que estaban contaminados con StarLink, una variedad de maíz amarillo Bt de la compañía Aventis, aprobada para forraje pero no para consumo humano por tener características de alergenos conocidos debido a la presencia de la proteína Cry9C. Kraft anunció el 22 de septiembre del 2000 el retiro voluntario de todos los moldes prensados después de haber confirmado la presencia de StarLink. Más de 300 productos también fueron retirados del mercado, se había contaminado la cadena alimentaria.

Debido a la magnitud de la contaminación y a las dificultades para eliminarla, Aventis solicitó se autorizara un umbral de StarLink en alimentos y forrajes, legalizando así la contaminación genética. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) tuvo que rechazar el pedido porque los expertos a nivel mundial en alergenicidad e inocuidad de alimentos dijeron que no había suficiente información para determinar cual era el nivel aceptable de StarLink que podía la gente consumir.

El caso StarLink pasó de ser una falla reglamentaria en los Estados Unidos a protagonizar escándalos internos en Japón y Corea del Sur, los mayores importadores de maíz norteamericano. En el primer país se detectó en octubre del 2000 y en el segundo en noviembre del mismo año. Varios embarques a estos países estaban contaminados a pesar de los controles en Estados Unidos para asegurar que no hubiera presencia de StarLink; hasta uno con un certificado que garantizaba que estaba libre.de dicha variedad. En noviembre del 2000 la dependencia coreana responsable de alimentos y medicamentos (Korea Food and Drug Administration) había retirado 14,258 kg de tortillas contaminadas.

El caso StarLink no es el único transgénico introducido ilegalmente en la cadena alimentaria humana. Procter y Gamble tuvo que retirar en Japón 800,000 paquetes de hojuelas de papa Pringle porque estaban contaminadas con una variedad de papa transgénica no autorizada llamada New Leaf Plus. En Inglaterra se encontró que tortillas de la marca Phileas Fogg y de la marca propia de las tiendas de autoservicio Safeway y Asda estaban contaminadas con GA 21, maíz transgénico no autorizado para cultivo ni para importación en la Unión Europea.

Caso Canola

La canola es una variedad de colza obtenida en Canadá por mejoramiento genético. La compañía Monsanto, dueña de la patente de la canola transgénica RR, es decir resistente al herbicída Roundup, acusó en 1999 al agricultor canadiense Percy Schmeiser por infringir intencionalmente su patente. El granjero sembró en 1998 semillas de canola obtenida de sus propias tierras donde había sembrado el año anterior canola convencional, sin embargo los resultados de las pruebas hechas por la Monsanto en una muestra del cultivo fueron positivos en más del 95% para la presencia de la variedad patentada.

Schmeiser explicó en el juicio que la canola RR o su polen podrían haber sido transportados por el viento o los animales hasta su campo en 1997 pero su razonamiento no fue aceptado. Una investigación realizada en Australia ha mostrado que el viento o los insectos pueden transportar hasta tres kilómetros el polen de canola transgénica.

La Secretaría de Agricultura de Canadá encontró que más del 50% de las 70 muestras de semillas certificadas de canola provenientes del oeste del país estaban contaminadas con el gen Roundup Ready; 37% tenían el gen Liberty Link y 59% tenían ambos. Schmeiser se inconformó con la sentencia del juicio que lo condenó en 2002 a pagar 153,000 dólares a la Monsanto.

La Monsanto de Canada ha tenido que recuperar 10% de sus semillas transgénicas de canola en 2001, porque su variedad Quest o GT-73 autorizada para exportación estaba contaminada con la variedad GT-200 que no estaba autorizada

Los agricultores que siembran canola verán aumentar sus costos porque la mezcla de canola RR y canola convencional dificulta el tratamiento con herbicidas. Corren además el riesgo de perder sus mercados porque no existen reglamentos en Canadá que exigan la segregación de los transgénicos, todo depende de la buena voluntad de las compañías. En el año 2000 10% de la cosecha fue de la variedad Quest. El valor total de las exportaciones fue de 1.8 mil millones de dólares y la mitad era de transgénicos.

La colza ha sido protagonista de otros casos de contaminación. En Inglaterra, se ha encontrado polen de variedades transgénicas en la miel de colmenas situadas hasta 4.5 km de las parcelas experimentales donde estaba sembrada la colza. En Europa, antes del caso StarLink, 6000 ha de Francia, Luxemburgo, Alemania, Suecia e Inglaterra fueron plantadas con colza contaminada con transgénicos. La semilla había sido vendida por Advanta, empresa de las compañias Astra Zeneca, anglo sueca, y Cosun, holandesa. Advanta explicó que la contaminación de los campos para producción de semillas había ocurrido en Canada y lo atribuyó a la variedad transgénica GT 73 tolerante al herbicida Roundup

En Inglaterra se ha presentado otro tipo de problemas de contaminación en superficies sembradas con colza. Parcelas de prueba de la compañía Aventis, ahora Bayer/Crop Science, en las que se estudiaba los efectos en el ambiente, fueron contaminadas desde el inicio del experimento con una variedad no autorizada para su venta por tener un gen de resistencia a 2 antibióticos. La Unión Europea ha pedido a los países miembros el desfase del cultivo de transgénicos con marcadores de resistencia a antibióticos, por el temor de que los humanos y animales que se alimentan de los productos derivados puedan eventualmente desarrollar inmunidad a estos antibióticos. Los inspectores de gobierno no detectaron el problema que fue encontrado en una inspección de rutina del Colegio de Agricultura de Escocia. A pesar de las declaraciones del Departamento del Ambiente, Alimentos y Asuntos Rurales que aseguró que la contaminación no representaba peligro para la salud pública, el hecho pone en duda la confianza en las medidas regulatorias y en las estructuras de monitoreo de las pruebas. Los ensayos tuvieron que ser abandonados y los cultivos destruidos.

Caso maíz México

Chapela y Quist encontraron que variedades de maíz nativo de Oaxaca estaban contaminadas con maíz Bt; la publicación de los resultados de la investigación provocó un escándalo poco común en la revista Nature. El hecho fue confirmado por las autoridades mexicanas. Lo que no se entiende es que todos los que denuncian la contaminación del maíz nativo lo manejen como un caso aislado fuera del contexto mundial. ¿Por qué la situación en México sería diferente de la que se presenta en los Estados Unidos y Europa, donde hay una contaminación perversa del maíz? Si existe una moratoria a la siembra de maíz transgénico en México porque es centro de origen de este cereal, ¿por qué no se adoptó simultáneamente una moratoria a la importación del mismo grano, cuando hubiera bastado incluir una cláusula en el Tratado de Libre Comercio?

¿De dónde proviene esta contaminación? Hay varias explicaciones posibles. Parte del maíz que vendió y vende Diconsa proviene de los Estados Unidos y por lo tanto es una mezcla que contiene transgénicos. A lo mejor algunos campesinos lo han sembrado, sin embargo el maíz americano tiene un periodo diferente de desarrollo; para que éste polinice al maíz nativo sembrado junto, en campos adyacentes o a cierta distancia, los periodos de floración tienen que coincidir y la variedad transgénica debió de haber sido sembrada en diferente momento que la variedad nativa. Una alternativa sería disponer de variedades transgénicas ya adaptadas a las condiciones locales; si ya existieran, ¿quiénes, dónde y cuándo las desarrollaron para México? El maíz Bt de los Estados Unidos es resistente al gusano barrenador europeo, plaga que no se presenta en México.

¿La contaminación se presenta solamente en Oaxaca? Aparentemente no se ha hecho una investigación a fondo. ¿Quién se beneficia o se beneficiaría de esta contaminación y qué significa? ¿Se trata de acabar con lo que queda de autosuficiencia en las comunidades campesinas, especialmente indígenas? ¿Se pretende mostrar la inutilidad de la moratoria al cultivo de maíz transgénico del mismo modo que se planta algodón modificado a escala comercial cuando México es también uno de los centros de origen de este cultivo? Si no hay voluntad política y escaso interés por parte de la comunidad científica para encontrar la forma de eliminar la contaminación de las variedades nativas de maíz, ¿habrá suficiente voluntad local y capacidad técnica y fondos en las organizaciones no gubernamentales que han denunciado el hecho para remediar la situación? ¿A quién llamar para rendir cuentas? ¿A quién puede demandarse por daños y perjuicios?

Cuadro 4. Las armas de las compañias de biotecnología.

** No segregar (separar) granos y semillas transgénicos de notransgénicos y pedir un sobreprecio por productos no transgénicos.

** Elaborar productos que no se relacionan con el origen transgénico de los vegetales como aceites, almidones, frituras, hojuelas de cereal.

** Donar excedentes de productos transgénicos mediante los programas de asistencia.

** Otorgar contratos a instituciones de investigación.

** Lanzar en los medios masivos de comunicación campañas publicitarias sobre la inocuidad de los ogms utilizando científicos y funcionarios; y guerras comerciales contra los posibles competidores como la agricultura orgánica.

** Desprestigiar, recortar fondos hasta rescindir contratos a científicos empeñados en divulgar los resultados de sus investigaciones que aportan información sobre la no inocuidad de los ogms.

** Presentar análisis de riesgos poco confiables.

** Crear asociaciones civiles para cabildeo, ante organismos internacionales y gobiernos, en contra de prohibiciones, moratorias y etiquetado de productos transgénicos, o para desprestigiar organizaciones no gubernamentales opositoras.

No segregación:

Las compañías comercializadors de granos y semillas no segregan transgénicos de no transgénicos y, en caso de hacerlo, pueden cobrar precios más altos y por el certificado que garantice la no contaminación con transgénicos. Es una situación similar a lo que sucede en la agricultuara orgánica donde se paga la certificación del no uso de agroquímicos, campo al que están entrando también las transnacionales.

Greenpeace acusó a Moyresa, el más grande importador de soya de España, de contaminación rutinaria y deliberada después que la compañía admitió que mezclaba soya libre de transgénicos proveniente de Brasil con soya transgénica y no etiquetado de los Estados Unidos y de Argentina, negándoles a los consumidores y a la industria el derecho a una cadena alimentaria libre de ogms. (Barcelona, febrero 2002). En 1999/2000 España fue el tercer importador y el más grande consumidor a nivel doméstico de soya, 3 millones de toneladas venían de los Estados Unidos y de Argentina, donde la mayor parte de la producción es transgénica; 1l5 millones de toneladas llegaron de Brasil, país que prohibe la siembra de ogms.

 

Donativos del Programa Mundial de Alimentos:

Los transgénicos han sido enviados a países cuya legislación los prohibe, tal es el caso de Bolivia en abril del 2000 (Programa US PL-480) y de Ecuador en mayo del 2001. También el PMA ofreció mandar maíz transgénico estadudinense a Zimbabwe, Lesotho, Mozambique y Malawi. Unos inicialmente lo rechazaron porque no querían contaminar sus variedades locales; otros exigieron que el grano fuera molido para evitar que los campesinos lo plantaran. La contaminación pondría en riesgo su capacidad de exportación a su mercado principal que es Europa y además conduciría tarde o temprano a los campesinos a depender de las productoras de semillas transgénicas, lo que los haría más vulnerables al hambre.

Campañas publicitarias:

De acuerdo con Robert Vint de Genetic Food Alert del Reino Unido, los ministros de los gobiernos occidentales han sido bombardeados con propaganda invitándolos a ignorar las objeciones egoístas de sus conciudadanos –consumidores, activistas de salud, ambientalistas y vendedores al menudeo de alimentos- porque esta tecnología era la única esperanza de los pobres del mundo. También la Compañía Monsanto hizo un llamado a todos los jefes de estado de África para que respaldaran los cultivos transgénicos. La compañía seguía las recomendaciones de sus asesores en relaciones públicas para evitar en el debate sobre transgénicos los campos de la muerte que representaban los problemas de salud y ambiente ante la ausencia de pruebas de seguridad hechas por instituciones independientes, y de desviar la discusión hacia los supuestos beneficios para los pobres. Los Verdes occidentales debían ser demonizados por impedir a las ctns alimentar al mundo. Sin embargo Vint cita a Steve Smith, director de Novartis –ahora Syngenta- quien admitió en el 2000 "Si cualquiera dice que los transgénicos van a alimentar al mundo, dígale que no es cierto. Para alimentar al mundo se requiere de voluntad política y financiera".

Desprestigio de opositores

Hay pocas voces contra la ingeniería genética. En la Cumbre de Johanesburgo, septiembre 2002, la Dra Vandana Shiva, ambientalista de la India, acérrima oponente a los ogns, fue galardonada por agricultores de su país con el Premio Sostener la Pobreza, por el supuesto de que ella y sus aliados contribuirían a perpetuar la pobreza si lograran que se prohiban los cultivos de transgénicos.

En la política y en los medios, la comunidad científica aparece como un frente unido, y periódicos como el New York Times y el Boston Globe publican que se ha comprobado científicamente que los transgénicos son seguros. ¿Dónde están los científicos involucrados en investigaciones responsables que no están de acuerdo?

El problema es financiero. Cualquier científico que quiera un buen trabajo y una linda casa no se hace socio de la Unión de Científicos Responsables (Union of Concerned Scientists). La ingeniería genética es un campo altamente susceptible a la influencia del dinero debido al alto costo de los equipos y materiales; sin dinero no se puede participar en las investigaciones sobre genomas. Las compañías de ingeniería genética ofrecen a los genetistas con futuro salarios muy competitivos y equipo moderno; una vez que empiezan a trabajar, ellas encuentran muchas formas de evitar que los desacuerdos salgan a la luz.

Hay un cierto número de científicos independientes que han explorado los lados oscuros de la ingeniería genética. Revistas de prestigio han publicado estudios sobre contaminación genética, reacciones alérgicas y disrupción ecológica. Sin embargo, como la industría se las ha ingeniado para monopolizar la ciencia, estos investigadores no reciben la misma atención que sus compañeros que están a favor de la ingeniería genética y hasta pueden ser objeto de represalias en las instituciones de investigación. Son atacados además por la industria a través de los medios masivos de comunicación.

El Dr. Arpad Pusztai del Instituto Rowett, Inglaterra, encontró en sus ensayos que unas líneas de papas transgénicas eran tóxicas para ratas jóvenes. Fue echado del instituto después de dar una entrevista y difundir un documento, acusado por miembros de la Real Academia de Ciencias de haber dado a conocer los resultados de sus investigaciones sin que hubieran sido previamente analizados por otros científicos.

El Dr. Losey y sus colegas condujeron en Cornell experimentos con maíz transgénico y encontraron que el polen podía afectar a la mariposa monarca. Sufrió represalias a pesar de que fueron estudios preliminares, estaba interesado en averiguar si además de las mariposas otras especies eran afectadas. En 1999, cuando la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos lanzó un llamado para revisar el registro del maíz Bt, el Departamento de Agricultura lanzó una convocatoria para financiar proyectos de investigación. Los resultados publicados en los Anales de la Academia Nacional de Ciencias dicen que el impacto del polen de los híbridos comerciales de maíz Bt es mínimo y cuestionan la interpretación de los resultados de las investigaciones de Losey

Los científicos son prevenidos directa o indirectamente; si se alejan de la doctrina de la ingeniería genética tendrán que pagar un precio muy alto, serán excomulgados de la iglesia de la ciencia, se les acusará de realizar investigaciones poco serias, etcétera.

Claro que el desprestigio del que piensa diferente no es privilegio del campo de los transgénicos. En el periódico El New York Times del 19 de agosto del año en curso, a los investigadores que habían denunciado que ciertas sustancias producidas a escala industrial causan disrupción hormonal y pueden estar asociadas con un amplio espectro de enfermedades porque mimetizan o alteran las hormonas esteroidales, se les acusó de tener creencias alejadas de la corriente principal de la ciencia. Sin embargo, información similar a la que difundieron los investigadores había sido publicada en septiembre del 2000 y del 2001 por la revista Environmental Health Perspectives, de cuyo consejo editorial es miembro el Chemical Industry Institute of Toxicology, órgano de investigación de la industria química norteamericana. Una situación similar se dio después de la publicación en 1995 del libro sobre el mismo tema Nuestro futuro robado de Colborn, Myers y Dumanosku: la industria contrató expertos en relaciones públicas para destruir la reputación de los autores. No tenía caso recordar que en el año 50 otros investigadores habían descubierto los efectos reductivos del DDT sobre los testículos de los gallos y en los 70 la disminución de la fertilidad de los trabajadores expuestos a plaguicidas.

Análisis de riesgos dudosos

La industria de transgénicos quiere que la población de los Estados Unidos y de todo el mundo crea que el gobierno de ese país ha sometido a suficientes pruebas a los ogms para detectar los posibles riesgos para la salud humana y el ambiente a través de las tres instituciones federales, la de agricultura (USDA), la de ambiente (EPA) y la de alimentos y medicamentos (FDA). Pero no hay ninguna garantía de que los alimentos a base de organismos vegetales o animales modificados no causen efectos en la salud o en el ambiente. Se han omitido las medidas de seguridad en la carrera para promover la ingeniería genética, Como se mencionó en el tema anterior, la EPA renovó el registro del maíz Bt basándose en estudios que dicen que el impacto de su polen en las mariposas monarcas es mínimo mientras que los investigadores de la Universidad de Cornell buscaban extender sus investigaciones a otras especies de insectos que pudieran verse afectadas por este tipo de cultivo transgénico además de la mariposa.

5. La resistencia a los transgénicos

** Prohibición legal, moratoria a importaciones y demanda de etiquetado de productos que contienen o pueden contener elementos transgénicos.

** Rechazo de agricultores a sembrar variedades transgénicas y rechazo de consumidores y boicot a productos.

** Organismos independientes de vigilancia y cabildeo.

Restricciones, prohibiciónes y moratorias:

Más de 35 países pretenden adoptar o tienen leyes que obligan a indicar en la etiqueta del producto la presencia de ingredientes transgénicos, o que restringen la importación de granos y semillas transgénicas. Constituyen la mitad de la población mundial. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos los votantes de un estado de la Unión tendrán la oportunidad de decidir el 5 de noviembre del año en curso si quieren el etiquetado obligatorio de los alimentos transgénicos, a propuesta de la organización Oregon Citizens Concerned for Safe Foods (ciudadanos de Oregon preocupados por la inocuidad de los alimentos). Si ganan, los activistas anti transgénicos se han comprometido a someter a votación una medida similar en una docena de estados incluyendo California, Colorado y Washington.

Después del fracaso del algodón Bt en algunos estados de la India, otros no permitieron su siembra. Tasmania se ha declarado libre de transgénicos lo mismo que otros estados de Australia. Nueva Zelanda obligó a la poderosa compañía de semillas australiana Pacific Seeds a quemar 30 toneladas de semillas contaminadas con material transgénico.

La Unión Europea adoptó el 17 de octubre del año en curso una directiva que permite una contaminación de 0.3 a 0.7 de transgénicos en semillas convencionales sin tener que indicarlo en la etiqueta. Esta directiva no es suficiente para levantar la moratoria en vigor desde junio de 1999 que ha creado una zona libre de transgénicos en la Unión Europea. Se siembra una cantidad muy limitada de maíz autorizado antes de la adopción de la moratoria.

Adoptar medidas similares en los países en vías de desarrollo implica desarrollar legislación, dedicar recursos financieros y técnicos para adoptar reglamentos y vigilar su cumplimiento, desarrollar capacidad de monitoreo y de evaluación de riesgos, asegurarse de que los transgénicos que no han sido aprobados no entren ilegalmente o sean liberados internamente, etcétera, rubros para los cuales difícilmente se obtiene financiamiento.

Rechazo de consumidores:

El 66% de los españoles no quisieran comprar productos que contengan transgénicos. De acuerdo con las encuestas de Eurobarometer 70% de los europeos rechazan a los ogms y cerca del 95% quiere estar informado de su presencia en los alimentos. El rechazo de los consumidores está asociado a la duda sobre los posibles efectos en los seres humanos aunque la directora general de la Organización Mundial de la Salud defienda su uso y asegure que no se tienen casos documentados científicamente de efectos negativos en la salud. A lo mejor hay que esperar efectos irreversibles como en los casos de la talidomida o del asbesto.

Organizaciones de agricultores orgánicos y de consumidores y muchas otras más han realizado protestas coordinadas en los Estados Unidos contra las cadenas de tiendas de autoservicio exigiendo la eliminación de todos los ingredientes transgénicos de sus marcas propias. Tres cadenas de productos naturales como Trader Joes´s respondieron positivamente a las presiones.

¿Qué nos depara el futuro?

Según quien cuente la historia, el futuro de los cultivos transgénicos se ve de diferente color. Por lo pronto el pasado puede no haber sido totalmente color de rosa para las transnacionales de la ingeniería genética. El tomate Flavr Savr murió en 1996, la remolacha RR y el maíz Starlink en el 2000, las papas Bt en el 2001. Se informa que han bajado las ventas del herbicida Roundup y que la Monsanto pospuso la salida del trigo transgénico hasta el 2005 cuando los consumidores y la industria estén listos para aceptarlo y cuando se hayan puesto en marcha medidas estrictas para la segregación de los granos. La compañía ha tenido que reconocer que las variedades transgénicas de trigo no se venderán en el mercado aunque se autorice su plantación comercial porque los consumidores no están dispuestos a aceptarlas. Por lo mismo los agricultores de los Estados Unidos y de Canadá saben que corren el riesgo de perder los mercados de exportación del trigo. Tan es así que los molineros europeos dijeron que empezarían de inmediato a dejar de comprar el trigo norteamericano si se aprobaba la siembra de las variedades transgénicas.

Argentina, el segundo productor de soya transgénica y el segundo cliente para semillas transgénicas, está en bancarrota. Aún las instituciones favorables a la biotecnología están empezando a hablar en contra de los biofármacos.

La industría alimentaria de los Estados Unidos ha perdido miles de millones de dólares en exportaciones desde la introducción de los transgénicos. Antes, en 1996, los agricultores que siembran maíz tuvieron beneficios de 1.4 mil millones de dólares; en 2001 perdieron 12 mil millones, sólo una tercera parte fue cubierta por subsidios del gobierno. Canadá exportó canola a Europa por 80 millones de dólares en 1996 y perdió el mercado en 1997.

Según el último análisis del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, los ogms no han cumplido con las promesas de sus promotores. Es la primera vez que una fuente oficial afirma que las supuestas ventajas económicas de los cultivos transgénicos son falsas o sospechosas. Un estudio de la Universidad de Iowa ha mostrado que la cosecha de soya resistente a herbicida es menor que la de variedades convencionales, a pesar de las creencias de los agricultores de lo contrario, influenciados por la publicidad. Las modificaciones genéticas habrían afectado ciertos aspectos fisiológicos de la planta.

Aparte del algodón y de los sectores de alimentos para animales servidos por la producción de soya y maíz, pocos agricultores estadudinenses parecen haber adoptado la tecnología. Los productores de maíz dulce de Florida no plantan variedades transgénicas, a pesar de que fueron autorizadas en 1998, para no poner en riesgo el mercado de su producto para consumo humano directo. Lo mismo sucedió con la remolacha azucarera y las papas transgénicas. Monsanto cerró su división de papas en el 2001.

Las esperanzas iniciales de producir medicamentos muy económicos distribuidos también en forma muy económica a través de los plátanos por ejemplo, está desapareciendo porque los principios activos no llegan a tener en las plantas la concentración de una vacuna. Además existen métodos de laboratorio alternativos que reducen los riesgos de contaminación, permiten un mejor control del crecimiento de las plantas y una calidad del principio activo más consistente.

A pesar de todos los contubernios a favor de los transgénicos, la batalla de los consumidores y agricultores podría no estar perdida y es probable que se gane por razones económicas, mismas que llevaron a la aceptación inicial de esta tecnología. Los transgénicos simplemente no aportan ventajas económicas y reducen las posibilidades de comercio. Según el Dr. Charles Benhook, ex director ejecutivo del Comité de Agricultura de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, la siembra de transgénicos ha beneficiado a las compañias productoras de semillas y ha incrementado los costos de los agricultores. Si en los Estados Unidos hace diez años el costo de las semillas y de los plaguicidas representaba menos del 10% de los ingresos brutos, desde la introducción de los transgénicos se elevó hasta ¼ o 1/5 parte de éstos.

Si el río suena agua lleva dice un refrán popular. La contaminación transgénica afecta la diversidad genética que tiene un valor en sí, porque es un seguro contra cambios futuros y la erosión genética es una amenaza. Ahora en México se siembra sólo el 20% de las variedades nativas de maíz que se conocían en 1930, debido a los vaivenes de la política agrícola a los que se asocian: la disminución en la superficie sembrada, la introducción de híbridos comerciales, la migración de campesinos indígenas y mestizos que son los que siembran las variedades nativas porque tienen un papel en su cultura, la uniformización de la producción de tortillas, la imposición de cambios en la dieta de los diferentes sectores de la sociedad, etcétera. A eso hay que añadir una guerra de baja intensidad desde tiempos coloniales al cultivo del maíz que se asocia, consciente o inconscientemente son la autosuficiencia y capacidad de resistencia de los que lo cultivan. ¿Nos hemos beneficiado como sociedad con estos cambios? La ciencia nos dice que muchos no han sido buenos y que tampoco son todos irreversibles, además nos da los conocimientos sobre como recuperar lo perdido si decidimos hacerlo

Si hay denuncias, informes y estudios de tantos problemas asociados con los transgénicos y los que deberían tomar las decisiones se hacen a un lado, ¿qué podemos hacer para persuadir a las autoridades de prohibir el cultivo y la entrada de los transgénicos que deberían de haber rechazado? ¿No nos basta como ejemplo la compra de leche en polvo radioactiva procedente de Irlanda después de Chernobil, cuando países mucho más pobres la rechazaban? A lo mejor deberíamos copiar a los europeos y utilizar en forma organizada nuestro poder como consumidores, siempre le podemos añadir un poco de salsa tropical y del ingenio creativo que propicia el subdesarrollo y el hambre. Empecemos por estrenar nuestro derecho a la información y pidamos la lista de las compañías entre las cuales se distribuyen las cuotas de importación de maíz – soya o canola - proveniente de los Estados Unidos; mandemos analizar sus productos por laboratorios independientes. Es muy probable que el aceite de maíz esté elaborado a partir de maíz transgénico, lo mismo que el almidón o la alta fructosa que nos endulza la vida… Allí no terminan nuestros problemas, allí empiezan y también las soluciones. Decidamos qué queremos comer y como lo queremos hacer…

Bibliografía:

La información utilizada proviene de las numerosas organizaciones civiles que facilitan el acceso a todo tipo de documentos desde estudios científicos, hasta artículos de divulgación, legislación, acuerdos internacionales. Estas son algunas de las direcciones electrónicas:

globalfarmcrisis@iatp.org y www.cropchoice.com, servicios actualizados de noticias.

www.i-sis.org.uk, The Institute of Science in Society.

www.agbioindia.org, AgBioIndia del Forum for Biotechnology and Food Security.

www.organicconsumers.org, Información sobre productos orgánicos.

www.panna.org, Pesticide Action Network North America.

www.percyschmeiser.com, Caso canola.

gfa@rjvint.globalnet.co.uk, coordinator@geneticfoodalert.org.uk, Robert Vint, Genetic Food Alert del Reino Unido.

www.ers.usda.gov/publications, United States Department of Agriculture Report: the adoption of bioengineered crops. May 2002.

www.CBGnetwork.org, CBGnetwork@aol.com, Coalition against Bayer-dangers, Alemania.

biosafety@foeeurope.org, López Villar Juan, GMO contamination around the world. Friends of the Earth International, Genetically Modified Organisms Programme. October 2001.

* moniquem@mx.inter.net