La filosofía que practicamos para calificar nuestros cursos se basa en las siguientes premisas (que seguiremos afinando mientras sigamos dando clases):

A. Los alumnos que ingresan a la facultad de matemáticas ya están bien motivados por sí mismos y se han inscrito en nuestra facultad porque quieren aprender (quieren saber mucho más de lo que ya saben).

B. Aprender, en el plan de estar preparándose para ejercer la profesión de matemático --con la orientación que sea, estadística, probabilidad, matemática aplicada, ciencias de la computación, etc.-- implica, entre otras cosas, dominar las técnicas propias de nuestro oficio; como por ejemplo, estructurar lógicamente una demostración, estructurar lógicamente una serie de resultados, comprender y manejar con habilidad el contenido de una sección o capítulo completo del libro de texto, etc. Esto, no tiene por qué resultarle sencillo a un estudiante; aunque éste esté motivado, puede no tener una experiencia previa que le permita asimilar las técnicas y razonamientos propios del rigor al que estamos acostumbrados los profesionales de la matemática.

C. Un estudiante puede haber fallado en la solución de los problemas de tarea porque precisamente no conocía el material; porque ha venido a aprender y a que se le corrija lo que puediera estar haciendo mal. Sin embargo, una vez entregado el material de la primera tarea, ese material, en general, ya no vuelve a evaluarse en otra tarea; en el mejor de los casos se vuelve a evaluar en el primer examen parcial; pero seguramente sólo será una pequeña porción del mismo, porque, en principio, en el primer examen parcial se incluyen los contenidos de las siguientes tareas. Cada tarea es entonces un evento único para evaluarse y en la mayoría de los casos, irrepetible; la característica común de cada tarea, idealmente, es que los alumnos 'practican' el nuevo material que están aprendiendo a manejar básicamente en el momento de estarlo recibiendo en clase.

D. Los exámenes son también eventos prácticamente únicos y básicamente también irrepetibles en cuanto a evaluar lo que los alumnos están aprendiendo. Una vez presentado el primer examen parcial, el material contemplado para dicho examen pudo ya haberse ido y no volver a ser evaluado sino hasta el examen final en el mejor de los casos.

E. Poner la calificación final haciendo simplemente un promedio de las calificaciones de los exámenes parciales y de las tareas es (en nuestra opinión) un acto que no reconoce que los alumnos (y en general, los seres humanos) aprendemos de nuestros errores. En todo caso, se antoja más justo hacer una segunda y hasta una tercera evaluación del mismo material para asegurarnos, antes de poner una claificación, que el alumno ha aprendido; después de todo, a eso ha venido: a aprender. Además, asimilar el rigor de la matemática en una primera confrontación con el mismo es en general, para alumnos sin experiencia en ello, difícil. (Recordar aquí la primera premisa: nuestros alumnos vienen motivados, disfrutan de la matemática y les gusta resolver problemas; por eso han venido aquí. Sin embargo, vienen a formarse también como profesionales de la matemática y tienen que aprender a dominar las técnicas, las épsilons y las deltas, los detalles rigurosos, las demostraciones,... En concreto: vienen a aprenderlo y ciertamente lo deben aprender. Sin embargo, esto requiere de un tiempo de digestión y maduración). Sin embargo, en general, resulta muy difícil evaluar desempeño en, y aprendizaje del, rigor matemático, en una escala de tiempo corta.

F. La política (en los cursos impartidos por adolfo@cimat.mx) es que todos los alumnos presenten un examen final. El examen final es una ocasión excelente para probar lo que se ha asimilado, digerido y madurado a lo largo del curso. Es, en el mejor de los casos, esa segunda oportunidad de probar que se ha aprendido de los errores en las tareas y en los exámenes parciales pasados. Es, además, una ocasión excelente para que los alumnos hagan un esfuerzo por estructurar para sí mismos el contenido del curso. Es importantísimo que puedan sentarse a hacer un resumen (no lineal, integrándolo todo,... valgan los `matematicisismos') del curso. Es, nuevamente, una oportunidad de aprender algo más.

G. La calificación final también refleja el trabajo del profesor. Ni el trabajo del profesor, ni el de los alumnos pueden medirse de manera justa con promedios. Está claro que hay un proceso en marcha; un proceso individual dentro de cada uno de nosotros. Las calificaciones deben ser "vas bien" o "no vas mal pero tienes que reforzar el material X repitiendo una parte del proceso" (en cuyo caso, el "no vas mal" significa: "tienes todo lo que se necesita para hacerlo mejor (aplicándose tanto a alumnos como a profesores), o para terminar esta carrera y ser un buen profesional de ella"), o finalmente, "no vas bien porque posiblemente esto no es para tí" (aplicándose también tanto a alumnos como a profesores).

Calificar con toda justicia es difícil. Lo mejor es que cada quien lleve un registro claro de lo que le está costando trabajo aprender y/o entender y preguntar; preguntar y preguntar hasta aclarar todas las posibles dudas; preguntar hasta entender y poder hacer todo lo que uno debió aprender (según el temario), bien, sin mirar el libro ni los apuntes, ni nada.

Todas sus opiniones, aportaciones, sugerencias, críticas, o comentarios, serán bien recibidos. Sólo hay que enviar un email a Adolfo Sánchez Valenzuela: adolfo@cimat.mx.